La langosta de mar común (también conocida como Palunirus vulgaris, o simplemente
langosta) fue descrita por primera vez en 1787. Se trata de un animal decápodo de la familia
de los crustáceos. Su largo cuerpo está formado por una cabeza espinosa y por la cola o abdomen.
Llegan a alcanzar los 50 cm de longitud (aunque generalmente no superan los 35) y los 8 kilos de
peso. Una de las diferencias principales que presenta respecto de otros decápodos es el hecho de
que sus patas anteriores terminen en forma de uña ganchuda y no de pinza, como sucede por ejemplo
con los bogavantes.
Como elemento característico se encuentran sus dos antenas, muy fuertes y largas
(a veces incluso más que la propia langosta). Al rozarse una con otra se produce un sonido muy
peculiar. Las utilizan para protegerse de otros animales (especialmente mientras comen) y para
reconocer el entorno en el que se mueven. Las
langosta
son de hábitos nocturnos y viven en tejidos rocosos, por lo que el tacto de sus antenas es
imprescindible para labores de identificación del lugar. Comen todo lo que encuentran, aunque se
suelen decantar más por otros crustáceos y moluscos.
Normalmente viven en fondos rocosos y cavernas a partir de los 15 metros de
profundidad, aunque el mayor número se concentra alrededor de los 40 metros. Su pesca se suele
realizar a mayores profundidades (rondando los 70 metros) y actualmente tienen un alto valor
gastronómico, principalmente por sus patas y por su musculado abdomen. Las langostas de mar no se
pueden criar ya que durante su crecimiento pasan por una fase larvaria denominada filosoma,
cuya vida pelágica requiere de una serie de condiciones imposibles de conseguir en viveros. Al
poder ser obtenida únicamente mediante la pesca se trata de un animal muy cotizado. A pesar de su
peso se desplazan muy rápido por el agua gracias a las contracciones de la cola. Un método muy
incurrido entre los submarinistas para encontrarlas es fijarse en los resquicios de las rocas, ya
que las langostas dejan normalmente sus antenas por fuera. Una vez pescada, la langosta es capaz de
mantenerse viva durante algún tiempo gracias a los restos de humedad que quedan entre sus
branquias. Para mantenerlas se introducen en las llamadas cetarias hasta el momento de su
consumo.
Además de la langosta común, que habita principalmente en las costas
mediterráneas y atlánticas de la Península Ibérica, hay otras especies pertenecientes al mismo
género. Se diferencian en los colores o en partes del cuerpo más o menos desarrolladas. Así, por
ejemplo, está el palinirus interruptus, que en lugar de tener un color marrón o violeta
oscuro como la común es de color verde y habita en las costas californianas. Su abdomen, además,
tiene expansiones laterales con presencia de denticulaciones, lo que le da cierto valor comercial.
Otras especies de langosta son el palinirus inflatus de las islas Hawai (de color azul), el
palinirus japonicus de las costas japonesas (azul-verdoso con manchas), el palinirus
penicilatus de las islas Marianas y el palinirus burgeri de Madagascar (color verde
oliva). |