Centollo es el nombre vulgar con el que se conoce al crustáceo decápodo de la familia de los
májidos Maja squinado. También se le llama centolla.
Tiene el cuerpo en forma de círculo y mide entre 10 y 20 centímetros de
diámetro, llegando a pesar hasta 4 kilos. Está provisto de dos puntas divergentes entre los ojos, a
modo de cuernos, y de muchas otras a los lados. El cuerpo del
centollo
está formado, además de por el caparazón, por un pequeño abdomen, un cefalotórax y diez patas. El
caparazón, de color rojo oscuro, está cubierto de tubérculos ganchudos y pelos, sobre los que se
forman agrupaciones de algas y esponjas. Esto ayuda a los El centollos a camuflarse ante posibles
depredadores. El abdomen suele ser más ancho en las hembras y algo más triangular en los machos y
se encuentra doblado bajo el cefalotórax. Los ojos retráctiles y las antenas quedan protegidos por
un resalte de este. Las patas son largas, delgadas y velludas. El primer par, de longitud menor,
constituye unas elegantes pinzas.
El centollo habita sobre todo en costas del área noreste del Atlántico y del
Mediterráneo. Son animales torpes que viven en fondos arenosos y pedregosos con vegetación
abundante a unos 100 metros de profundidad. Se alimenta de estrellas de mar, erizos,
algas,
moluscos y otros organismos invertebrados del fondo marino como los pepinos de mar o peces planos
como el lenguado. Suelen realizar migraciones estacionales, iniciadas en otoño y durante las cuales
algunos ejemplares llegan a recorrer 160 kilómetros en ocho meses. Durante la época reproductora a
menudo se juntan en grandes grupos, teniendo normalmente dos puestas al año de 150.000 huevos cada
una. En algunos casos el número de puestas llega a cuatro. Como otros crustáceos, su momento de
mayor debilidad es cuando realizan la muda. Cuando esto sucede se mantienen ocultos entre las algas
y rocas a fin de evitar ser vistos por los depredadores.
Existe una variación muy común del centollo conocida como centollo
francés. La diferencia principal se encuentra en el color, siendo el caparazón de este rojo
pálido. Además no está cubierto de vello ni de algas. Las patas son un poco más cortas y las uñas
están menos afiladas que las de la especie común. Esta especie es muy apreciada por su finísima
carne.
A la hora de pescarlos existen dos métodos: redes de arrastre y artes
artesanales. En muchos países hay épocas de veda, a fin de preservar la especie. La hembra del
centollo presenta un valor gastronómico mayor que el macho. Suelen ser más grandes y en primavera a
menudo van cargadas de huevas que cuando están en el interior, todavía sin madurar, aportan a las
salsas un sabor y un color excelentes. El hígado también está muy bien valorado. Aunque los
centollos
puedan llegar a pesar cuatro kilos, el peso ideal a la hora de cocinarlos es de un kilo o kilo y
medio. El consumo más habitual es hirviéndolos en agua con sal marina y laurel.
A la hora de comprarlo es conveniente que esté vivo. Se trata de
marisco
y es una forma de asegurarse de que está en buen estado. De no estarlo y comprarlo ya cocido hay
que constatar si al hervirlo estaba vivo o muerto, descartando por seguridad la segunda opción. Una
forma de comprobarlo es viendo las patas: si están pegadas al cuerpo es que el animal estaba vivo.
De lo contrario es que estaba muerto y puede ser peligroso en términos de digestión. |